Relato de la experiencia de Susana del Temazcal de Agosto

Desde la subjetividad es una experiencia en la que si nos abrimos totalmente, el límite entre fantasía y realidad puede desdibujarse.
La primera noche nos reunimos y cada uno eligió una carta del tarot Osho, recibiendo la significación correspondiente. En mi caso, me di cuenta el último día, que ésta marcó el eje de toda la vivencia. Era la número 50 «la compasión». Explicaba que no se refiere a la identificación con el sufrimiento ajeno, sino que el amor, la compasión es un estado de conciencia.
Al día siguiente por la mañana hicimos una meditación de respiración profunda. Desde el comienzo sentí­ que desaparecí­a la división entre lo interno y externo. Mi cuerpo se transformó en pura vibración. Colocada en posición fetal escucho la música que llega del exterior por el oí­do izquierdo, mientras en el derecho comienza un sonido monocorde y armónico, un mantra en su más pura vibración, se expande hacia el interior del cuerpo encontrando y uniéndose a la vibración de la respiración, haciéndose una, todo lo demás desaparece. Soy eso que estoy observando, un vacío que se llena de música celestial. Aparece una hermosa luz verde claro, jamás había observado este color en el silencio de mis meditaciones.
Al salir de este estado todo es diferente dentro y fuera de mí. La mente está quieta y el cuerpo liviano, como una burbuja que se deja llevar jugando en la brisa. Experimento una dulce sensación de vulnerabilidad. Se desdibujan el tiempo y los objetivos, todo se relativiza. Sólo permanece ese estado de flotar en cualquier parte contemplando lo que me rodea. Desaparecen las polaridades, la mente descansa, las emociones brotan en estado puro, el llanto se hace fácil y el amor subyace en toda la experiencia.
Por la noche comienza la ceremonia del Temazcal. Nos reunimos alrededor de una fogata en cuyo centro se calientan piedras volcánicas. Cada uno arrojaró al fuego, un objeto que simbolice el final de una etapa de su vida. Dejar ir el pasado con todo el dolor que lo acompaña, para dar lugar a lo nuevo, a lo desconocido.
Entramos al Temazcal, y en la oscuridad nos ubicamos uno al lado de otro formando un cí­rculo, en el centro un pozo con piedras incandescentes. El acto se lleva a cabo en cuatro rounds:
1° round: Comienza con ¡el grito de los guerreros! Nos pone en contacto con nuestra energía primaria, con la aceptación de lo que somos: en principio, un grupo de samurais, blandiendo la espada contra sus propios fantasmas en la oscuridad, con la esperanza de que la luz del amanecer de la conciencia, aclare el campo de batalla.
Comienza un viaje hacia las profundidades del inconsciente, lugar al que no me animo a entrar sola. Sentado a mi izquierda, la presencia de mi guí­a espiritual me ayuda a atenuar el miedo.
Según la tradición chamánica la carpa simboliza el útero materno. No pude vivenciarlo como tal, ya que lo imagino como un espacio cálido para flotar en las aguas del vientre materno, al ritmo del mantra de los latidos del corazón y todavía en conexión con el vací­o de la existencia. Por el contrario, todo el entorno lo experimento como el núcleo de lo terrestre, del inconsciente ancestral que brota como lava volcánica, quemando y devastádolo todo; como una purificación de la tierra preparándola para la renovación de la vida. En última instancia la destrucción de lo viejo, es la etapa previa para el surgimiento del cambio, de lo nuevo.
En este contexto surge una fantasía sobre el infierno, donde el cuerpo es abrazado por los vapores hirvientes del fuego, mientras sus moradores se lamentan por sus pecados. Se genera una atmófera de sufrimiento mental y emocional. El dolor de los demás y el propio se hacen uno. El tiempo se detiene, unos pocos minutos se transforman en la misma eternidad. Comienza el ahogo y el corazón enloquece, la mente se paraliza y la vivencia más fuerte es la del pánico. Como un instinto animal surge el impulso de huir de ese infierno volcánico. La voz de Tab me devuelve a la realidad. Todos están tranquilos se me hace evidente la subjetividad de lo que experimento. En busca de algún signo acudo a mi mente. La respuesta llega: tengo miedo de enfrentar el dolor guardado por mucho tiempo.
2° round: Algunas cosas que escucho de los demás me despiertan ira, tengo ganas de insultarlos, se relacionan con mis propias heridas. Percibo el gran esfuerzo que hacen por enfrentar el sufrimiento. Todos estamos en lo mismo y decido callar.
3° round: Los secretos y la culpa carcomen el alma, es la oportunidad de liberar lo que nos enferma.
4° round: El dolor revivido durante la experiencia deja un vacío que se llena con una nueva vibración musical. Es el cierre, que culmina de la misma manera que empezó.
Cuando salimos del Temazcal los lazos con mis compañeros se fortalecieron, un sentimiento amoroso me une a todos ellos.
Susana