Osho toma estas palabras benditas y las comenta, nosotros podemos encontrar esa misma esencia: si queremos conocer China, Malasia o Kanguru, tenemos que hacer un largo viaje para llegar ¿Qué nos hace suponer que no es lo mismo si queremos conocer nuestra alma?
Con cada capítulo vamos conociendo los pasos precisos para ir de la mente al corazón, del corazón al océano personal de nuestro ser.
Todos los maestros sufis dicen que cada uno de nosotros esta penetrado por gotas del océano divino y Osho nos dice «recuérdenlo, recuérdenlo y salgan del desierto… renuncien al espejismo del horizonte y vayan a sus océanos de dulzura y amor». La pregunta podría ser ¿qué nos hizo olvidar? ¿Qué pasó? ¿Qué hace que no nos estemos preguntando acerca de cómo ocurrió?
Sabemos que el mundo que nos rodea está orientado a que perdamos el interés en nuestra fuente original, entonces ¿dónde encontrar la fuerza para ir más allá de esta limitación?
El buscador espiritual encuentra un camino, le da impulso a su necesidad y se deja descubrir por un maestro que lo ayuda a que su amor madure.
El sufi es esencialmente un discípulo, él sabe que no sabe lo que es la vida y tambien sabe algo fundamental: que no puede saber. Aún asi ha aprendido a transformar su búsqueda en encuentro. Anhela experimentar una y otra vez la llave maestra: rendirse. Así gana confianza en sí mismo y logra transformar su vivencia de aislamiento y tensión en comunión y paz.
Investiga, explora e indaga en su conciencia y al aspirar comprender lo que es la vida reconoce sus propios limites. Sabe que puede obtener habilidad en el conocimiento de la técnica, la ciencia, y quizás en el manejo de su mundo emocional, aun así se confronta con valentía a un hecho ineludible: para lograr un alma centrada necesita de la ayuda de un maestro.
Este encuentro nos muestra de modo evidente una cruda verdad: no estamos en pie de igualdad ante el maestro… y este saber no nos disminuye.
Con un poco de inteligencia comprendemos que la relación con él no es un club de debate. Con pruebas de fuego para nuestro ego el maestro nos dice de muchas maneras: «no soy tu abuelita» y con rosas y diamantes nos guía a movernos con nuestras propias fuerzas.
Así el discípulo acepta con humildad su ignorancia, abre el espacio inacabable de una eternidad sin fin, donde flota su pequeñez y allí logra cubrirse de un saber empapado con algo de la dulzura divina encarnada en su maestro.
El sufi es ante todo un discípulo buscador de lo real que ubica su horizonte en el tiempo subjetivo… ese tiempo que lo conduce hacia su alma, preñándolo de realización, llenándolo de dicha y bendiciones.
El discípulo anhela derretirse de amor, sabe que esta es su oportunidad, llora por la luz y clama por la verdad y en el camino de rendirse llena su corazón de dulzuras y amarguras y así aprende a aceptar lo que es.
Para el sufi las risas y las lágrimas, dentro del espacio subjetivo, son una certeza de que no está sólo, por eso busca no escapar de la vida para encontrar lo real.
Y así comienza a moverse en el tiempo del alma, en el espacio de una interioridad pura y una forma de llamar al logro de este centramiento es unión mística.
Entonces un día enamorado de su maestro con la pasión y el agradecimiento del que sabe que recibió tanto que le resulta imposible pensar que dio algo semejante… ese día deja que su corazón hable y exprese su canción de amor que de muchas maneras dice: «Gracias amado maestro estoy tan feliz de haberte encontrado… gracias.
Durante una de las mañanas en que Osho habló nos dijo: «El sufi ama, el sufi ama todo, el sufi es amor ustedes son mis sufis» y si al leer esto tu corazón se impacta, podrás entender de que estoy hablando.
Esta serie de discursos nos dan claves para llegar a recordar con el corazón, día a día, nuestro destino último en esta vida: aprender a amar.
Osho nos habla también del dolor y del impacto de perder las certezas del corazón nos preguntábamos «¡¿cómo es posible que el amor, esa apertura milagrosa llena de gracia que rejuvenece el espiritu, impregna cada cosa, reanima, inspira, ennoblece, revela, alivia, sutiliza, neutraliza, purifica, relaciona, santifica, compadece ese amor se convierta en una fuente de desgracias?