¿Cuál es tu visión acerca de la causa del cáncer?
El cáncer es básicamente una enfermedad psicológica; es básicamente una enfermedad de la mente, no una enfermedad física. Cuando la mente se pone muy tensa, tan tensa que es intolerable, comienza a afectar los tejidos corporales. Es por eso que el cáncer existe sólo cuando la civilización se vuelve muy, muy sofisticada. En las sociedades primitivas no puedes encontrar cáncer. La gente no es tan sofisticada. Cuanto más elevada -y por «elevada» quiero decir complicada-, cuanto más sofisticada, cuanto más compleja es una sociedad, mas cáncer hay…
El cáncer tiene que desaparecer. El cáncer puede existir sólo en base a un cierto estado neurótico de la mente. Si la mente se relaja, antes o después el cuerpo la seguirá y se relajará. Es debido a este hecho que la investigación científica no ha sido todavía capaz de descubrir una curación para el cáncer. Es casi imposible encontrar una curación para el cáncer; y el día en que encuentren una curación para el cáncer crearán enfermedades todavía más peligrosas para el mundo, porque la curación será a base de represión. El día en que encuentren drogas lo suficientemente potentes como para reprimir el cáncer, entonces hará erupción otro tipo de enfermedad. Ese veneno comenzará a fluir a través de algún otro canal.
Así ha sido a la largo de las eras. Se curaban enfermedades simples y tomaban cuerpo enfermedades más difíciles. Curas una enfermedad y aparece otra, y la segunda es más compleja que la primera. La primera era una reacción natural del cuerpo, la segunda es antinatural, una reacción anormal del cuerpo. Reprimes la segunda y llega la tercera, y la tercera es todavía más difícil de abordar… y así sucesivamente. Ahora el cáncer está en la cúspide. Si se reprime el cáncer entonces harán erupción enfermedades todavía más difíciles en el cuerpo humano y en la mente humana.
La semana pasada supe que tengo cáncer. Desde entonces, excepto durante unos pocos momentos de miedo y pánico, he sentido que una profunda calma y relajación llegaba a mi ser. ¿Es la calma de la aceptación o es que he dado ya por perdida mi vida?
Ya dimos nuestras vidas por perdidas en el mismo momento en que nacimos, porque el nacimiento no es sino el comienzo de la muerte. En cada momento irás muriendo más y más.
No es que un cierto día, a los setenta años, sobrevenga la muerte; no es un suceso, es un proceso que comienza con el nacimiento. Dura setenta años; es un proceso tremendamente perezoso pero es un proceso, no un suceso. Y pongo énfasis en este hecho para lograr que veas claro que la vida y la muerte no son dos cosas. Se convierten en dos cosas si la muerte es un suceso que hace que concluya la vida. Entonces se convierten en dos; entonces se convierten en cosas antagónicas, en enemigas.
Cuando digo que la muerte es un proceso que comienza con el nacimiento, lo que estoy diciendo es que la vida es también un proceso que comienza con el mismo nacimiento; y no se trata de dos procesos. Es un único proceso: comienza con el nacimiento y concluye con la muerte. Pero la vida y la muerte son como las dos alas de un pájaro, o dos manos, o dos piernas. Hasta tu cerebro tiene dos hemisferios separados: el hemisferio derecho y el hemisferio izquierdo. Tú no puedes existir sin esta dialéctica.
La vida es una dialéctica, y si comprendes esto te sobreviene de modo natural una tremenda aceptación de la muerte. La muerte no está en contra tuya, es parte de ti; sin ella no puedes estar vivo.
Es exactamente como el fondo negro de una pizarra sobre la cual escribes con tiza blanca: la pizarra no está en contra de la tiza blanca; simplemente le presta énfasis, prominencia. Sin la pizarra negra tu escritura blanca desaparecería. Es como el día y la noche… puedes verlo continuamente pero sigues comportándote como los ciegos. Sin la noche no hay día.
Cuanto más profundamente te introduces en la dialéctica… es una experiencia milagrosa. Sin inacción no hay acción; si no puedes relajarte no puedes actuar. Cuanto más puedas relajarte, más perfección habrá en tu acción. Parecen cosas opuestas pero no lo son. Cuanto mejor te disuelves en el sueño cuando te vas a dormir, más agudo y más joven te despiertas por la mañana. Y en toda dimensión de la vida encontrarás el mismo proceso dialéctico.
Los místicos zen tiene un koan: piden a sus discípulos que mediten sobre el sonido de una mano que aplaude. Es un absurdo: no puede haber ningún sonido si sólo aplaude una mano. ¿Aplaudir contra qué? Para aplaudir se necesitan dos manos, ambas aparentemente opuestas la una a la otra pero creando en lo más profundo un único aplauso, unidas en sus esfuerzos, coherentes, ni opuestas entre sí ni contradictorias sino complementarias.
Esa meditación se da por la simple razón de que puedas hacerte consciente de que en la vida no puedes encontrar ni un sólo caso que apoye el que una sola mano aplaudiendo produce un sonido. Toda la entera existencia consiste en dos manos que aplauden: el hombre y la mujer, el día y la noche, la vida y la muerte, el amor y el odio. Cuando más profundamente medita el discípulo… poco a poco se torna consciente de que en la existencia es imposible encontrar nada así.
Y el maestro pregunta todos los días: «¿Lo has descubierto? ¿Has escuchado el sonido de una mano aplaudiendo?». Muchas ideas acuden a la mente de los discípulos: el sonido del fluir del agua, y piensan que tal vez se trate de eso. Y corren a decirle al maestro: «Ya lo tengo: el sonido del fluir del agua». Y reciben un golpe del bastón del maestro: «¡Tú, idiota! Ese no es el sonido de una mano aplaudiendo. Eso es una dualidad; ve y míralo. Todas estas rocas en el agua, son ellas quienes crean un sonido; no es el sonido de una cosa, es siempre el sonido de dos». De hecho, no puede existir el sonido del uno. Frustrado miles de veces –cada respuesta que el discípulo encuentra es rechazada-, llega a darse cuenta de que el sonido es siempre de dos. El silencio es del uno; sólo el silencio puede ser la respuesta. No es un aplauso. Pero atravesando todo este proceso llegas al silencio… y entonces llega el maestro, y el maestro pregunta: «¿Lo has escuchado?».
El discípulo se inclina hasta sus pies, lágrimas, de dicha manando de sus ojos. No puede ni siquiera decir: «Sí, lo he encontrado».
Eso no sería acertado. No es que haya descubierto el silencio; por el contrario, ha desaparecido en el silencio. No es un descubrimiento, es una desaparición. Ya no está, sólo queda el silencio.
¿Quién hay para decir: «He encontrado la respuesta»? De ahí las lágrimas de dicha y una cabeza agradecida tocando los pies del maestro. Y el maestro dice: «Comprendo, no te preocupes. No te preocupes por no poder decirlo. Nadie puede decirlo. Por eso es que algunas de las veces en que viniste anteriormente corriendo con una respuesta, antes incluso de que me dieras tu respuesta te golpeé con el bastón y te dije: «¡Tú, idiota! ¡Márchate!». Y tú te quedabas perplejo por haber sido rechazado sin haber expresado tu respuesta. Ahora puedes entenderlo: no es cuestión de esta respuesta o aquella. Todas las respuestas son erróneas. Sólo el silencio -que implica una presencia existencial, no una respuesta intelectual- es lo correcto».
Eres afortunado por haber sabido en estos siete días que vas a morir, que tienes cáncer. Todo el mundo tiene cáncer, sólo que la mayoría de las personas son perezosas. ¡Tú eres rápido! ¡Eres americano! La mayoría de las personas son como los indios; se toman su tiempo incluso para morir. Siempre llegan tarde, siempre pierden el tren.
Te digo que estás bendito por saberlo; porque todo el mundo va a morir, pero debido a que no saben cuándo, dónde, la gente sigue viviendo bajo la ilusión de que van a vivir siempre. Observan que siempre son otros los que se mueren. Eso apoya lógicamente su punto de vista de que: «Siempre son otros los que mueren. Yo nunca moriré». Tú debes de haber visto mucha gente muriendo, dando un fuerte apoyo, un fondo racional a tu impresión de que siempre es el otro el que muere. Y cuando mueres no te das cuenta, estas inconsciente; te pierdes la oportunidad de conocer la muerte. Los que han conocido la muerte son unánimes en su opinión de que es la mayor experiencia orgásmica de la vida.
Pero la gente muere inconscientemente. Es bueno que haya enfermedades que sean predecibles. El cáncer significa que dispones de siete días -o siete meses, o el tiempo que sea- y que la muerte se aproxima más en cada momento. Estos siete días no se le permiten a todo el mundo. El cáncer parece ser algo que te ganaste durante tu pasada vida; porque Krishnamurti murió de cáncer, Ramana Maharshi murió de cáncer, Ramakrishna murió de cáncer. Extraño… tres personas iluminadas que no son míticas, que han vivido recientemente, murieron de cáncer. ¡Parece tratarse de algo espiritual! Ciertamente, tiene una dimensión espiritual.
No estoy diciendo que todos los que mueran de cáncer son seres iluminados, pero pueden convertirse en seres iluminados más fácilmente que ningún otro porque los demás viven bajo la ilusión de que van a vivir; no tienen prisa. La meditación puede posponerse a mañana, a pasado mañana, ¿por qué tener prisa? y hay cosas más urgentes que han de hacerse hoy. La meditación no es nunca urgente porque la muerte nunca es urgente.
Pero para el hombre que llega a saber que el cáncer va a golpearle al cabo de siete días todo en la vida se torna insignificante. Todas las urgencias desaparecen. Estaba pensando en construirse un hermoso lugar: toda la idea desaparece. Estaba preocupado por la tercera guerra mundial: ya no se preocupa más. No le importa. Lo que suceda después de que desaparezca no tiene importancia, sólo tiene siete días para vivir.
Si está un poco alerta durante esos siete días puede llegar a vivir setenta años o setecientos años o toda la eternidad; porque ahora la meditación se vuelve una prioridad, el amor se vuelve una prioridad… la danza, el regocijo, la experiencia de la belleza, todo eso que nunca antes había sido una prioridad. Durante esa semana la luna llena nocturna será una prioridad, porque nunca verá de nuevo la luna llena. Esta es su última luna llena. Ha vivido durante años: las lunas han venido y se han ido, y nunca se preocupó de ellas; pero ahora tiene que tomársela en serio. Esta es la última luna, esta es la última oportunidad de amar, esta es la última oportunidad de ser, esta es la última oportunidad de experimentar todo lo que es hermoso en la vida. Y ya no dispone de energía para la rabia, para luchar. Puede posponerlo; puede decir: «Después de una semana te veré en el juzgado, pero déjame esta semana de vacaciones».
Sí, al principio sentirás tristeza, desesperación de que la vida se te deslice entre las manos. Pero siempre ha estado deslizándose entre tus manos ya sea que te dieras cuenta o no. Se desliza entre las manos de todo el mundo, ya sea que se den cuenta o no. Tú eres afortunado por saberlo.
He oído de los antiguos que aquellos que saben morir, automáticamente saben vivir. Su muerte es algo hermoso porque sólo mueren exteriormente; interiormente el viaje de la vida continúa.
El que hayas llegado a saber que tienes cáncer ciertamente habrá sido impactante, te traerá tristeza y desesperación. Pero eres uno de mis sannyasins; tienes que hacer de esto una oportunidad para que se produzca una gran transformación en tu ser. Estos pocos días que estés aquí deberían ser días de meditación, de amor, de compasión, de amistad, de juegos, de risa. Y si puedes hacer eso serás recompensado con una muerte consciente. Esa es la recompensa a una vida consciente.
Una vida inconsciente muere inconscientemente. Una vida consciente es recompensada por la existencia con una muerte consciente. Y morir conscientemente es conocer la definitiva experiencia orgásmica de la vida y, simultáneamente, conocer que nada muere, que sólo se cambia de forma. Tú te estás trasladando a una nueva casa; y, desde luego, a una casa mejor, a un nivel de consciencia más elevado. Utiliza esta oportunidad para crecer.
Y la vida es absolutamente justa, equitativa. Sea lo que sea que ganes nunca lo perderás, serás recompensado por ello.
Acepta que la muerte es sólo parte de tu vida, y acepta el hecho de que hayas llegado a saberlo antes de tiempo. De otro modo la muerte llega y tú no puedes escuchar sus pisadas, los sonidos de la muerte aproximándose. Es por eso que te dije que eres afortunado: la muerte ha llamado a tu puerta siete días antes. Utiliza estos días con profunda aceptación. Haz de estos siete días el mayor disfrute posible; que sean siete días de risas. Muere con una sonrisa en tu rostro, una sonrisa de agradecimiento, de gratitud por todo lo que la vida te ha dado.
Y esto te digo: la muerte es una ficción. No hay muerte, porque nada muere, sólo cambian las cosas. Y si eres consciente, puedes hacer que cambien para mejor. Así es como funciona la evolución. Así es como un hombre inconsciente se convierte en un Gautama Buda.
Osho – De la medicación a la meditación